

De pronto, una llamada. Afortunadamente no está relacionada con el caso. Es una voz familiar, muy querida, pero lo que dice resulta desconcertante y la conversación termina de forma abrupta.

Fuera hace mucho frío y llueve a cántaros. Pocos recuerdan ya los antaño cálidos veranos. Las entradas a la ciudad están colapsadas, aunque Liam no encuentra impedimento alguno para salir de ella, atravesando el Golden Gate.

Hoy no es un buen día para nadie en San Francisco.